Estaba con la mirada perdida pero concientemente. Quería seguir así y seguí. Mi cara sí era de mirada perdida pero mi mente no. Escuché todo: cuando se me reían y decían: “mírala, no se da cuenta”, “jaja que chistosa”, “vele la cara de tonta”. Yo quería reírme también pero les hice “dedo”. Todos se rieron a carcajadas y les dije que sí había escuchado todo. Pero a nadie le importó. Luego a mí tampoco me importó.
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