Andando por la ruta nos encontramos con este hermoso rincón donde, además de pasar un buen rato y recibir mucho cariño, Milenko consiguió un corte de pelo que nos salvó de un amargo fin de semana. Además, la Pin le pagó por hacerlo; lo que ella no sabía es que él de verdad lo necesitaba. No puedo dejar de lado el miedo de la navaja y tijera, pero, ¡qué bonita experiencia! Pido disculpas al autor de la foto, pero no sé quién es.
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