jueves, 23 de septiembre de 2010

04

Pusiste tus lluvias en mis ojos y, antes de empezar te digo: ¡Te odio por eso!
No te lo perdonaré nunca. Quizá pueda, pero no voy a querer, seguro.
Me diste suficiente de tu puta oscuridad para dejarme débil como la neblina que me mandabas para que me rodee la cabeza. ¡Cabrón! ¡Maldito cabrón, te odio!
Y yo, tan idiota, me olvidé de la claridad porque tu cielo tampoco la tenía (Pobrecita la víctima, ¿no?). Y de que me hace súper bien andar oyendo música por la calle, aunque tus vientos me congelen el pelo mojado en las mañanas.
Tu maldito frío me volvió dependiente de la búsqueda de calor. De ese calor temporal-insignificante-y-ni-tan-caliente, como el que te da echarse el aliento y frotarse las manos contra los muslos por 4 segundos mientras haces fila fuera de un concierto.
Me cambiaste la vida.
Por tu culpa sigo llevando esta maldita sensación y ya estamos en mayo, que no es tan lindo-claro-caliente como parece. Contigo estaba justificada, pero te fuiste y ya no sé qué hacer.
Me dejaste mal, te llevaste cualquier poquito de la inspiración que me dabas. Contigo escribí tanto, me dejé tanto.
Encontré amor, pero de esos mega dolorosos. De esos que deberían irse contigo pero se quedan para joderte la vida. De esos que pueden hacerte sentir en partes que no sabías que tenías.
¡Tú tienes la culpa de todo! No debe existir ni una persona que escriba algo bueno de ti. Ahora te perdono, abril, pero por favor dile a mi amor que vuelva. Que me ayude a salir.

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