Sabes que el otro día me pasó algo súper chistoso:
Estaba esperando para subir la loma de mi casa, y como siempre, habían carros atravesados; y aunque mi semáforo estaba en verde, no había como cruzar la 6 de diciembre.
Tú sabes como soy yo, nunca me aburro. Ja ja.
Entonces estaba observando alrededor y aparecen de la nada dos viejitos, extremadamente pequeños, tratando de alcanzar un bus. Eran súper tiernos, cogidos de la mano, ayudándose a correr para llegar sin tropezarse. Una ternura. Pero yo realmente no tenía ganas de ternuras ese rato, entonces adivina lo que hice:
Mientras los viejitos corrían, de repente su ropa cambió y tenían trajes de payaso los dos. Y luego, para que ya no corran más, hice que se suban en unos de esos monociclos y puedan llegar al bus que estaban tratando de alcanzar. Claro que seguían cogidos de la mano, pues es imposible que tengan tanta habilidad en esos artefactos, ni yo la tengo.
Parece que al fin de cuentas sí me dio ganas de un poco de ternura. Pero estuvo entretenido.