martes, 12 de octubre de 2010

Mucho niño prodigio y poco fenómeno.

¡Cuántas maravillas que se venden del producto! Los beneficios que tendría que generar para sus usuarios, la evolución en la manera de cómo funcionan las cosas, ¡la mejora en general de las cosas! Cuéntame la historia de cómo surgió esta maravilla, ¡cuéntamela! Gracias, pero no me sirve de nada... ¿Qué sucede que no se aplica? Que no puedo disfrutar de todos esos beneficios, de todas esas mejoras...

- "Mira, tengo este increíble producto, no sabes todo lo que puede hacer por ti, no te imaginas cómo te va a cambiar la vida".

- "¿En serio me estás diciendo? ¡Yo quiero uno!"

- "Lo siento, no hay para ti".

1 comentario:

El Lobo dijo...

Siento que describiste perfectamente a los que hacen muchas empresas, muchas religiones, muchos partidos políticos e incluso individualmente muchas personas del mundo.

Ante esto hay que recordar que nosotros somos los que le damos el verdadero valor a las cosas somos nosotros y si a pesar de hacer eso, el producto sigue sin valer, la culpa sí es del que te la vendió. Muy buen punto el tuyo.